El desplazamiento de la población original de los barrios céntricos de las grandes ciudades por la presión del turismo y el asentamiento de vecinos de mayor poder adquisitivo, la denominada gentrificación, ha llevado a Madrid y Barcelona a máximos históricos en los precios de los alquileres.
No se trata de un fenómeno novedoso, pues ciudades como Nueva York, París o Berlín ya fueron testigos de la gentrificación durante los años noventa del siglo pasado, y también las dos mayores ciudades españolas vieron cómo alguno de sus barrios más empobrecidos, como Chueca, en los ochenta o la Barceloneta, en los noventa, comenzaron a poblarse con nuevas generaciones atraídas por los precios bajos.
Los jóvenes trajeron consigo cultura y arte, a los que siguieron restaurantes y comercios, embelleciendo así el entorno y revalorizándolo.
Este lavado de cara convirtió a zonas antes marginales, como ocurre en Lavapiés en Madrid o Sant Martí en Barcelona, en los nuevos sitios 'de moda', atrayendo a su vez a nuevos inquilinos con mayor poder adquisitivo y expulsando a los residentes, que decidieron vender o alquilar sus viviendas.
Este fenómeno ha dado lugar a que el precio del metro cuadrado de alquiler bata récords en Madrid y Barcelona.
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